Según los últimos datos de “El empleo de las personas con discapacidad”, recopilados en
Odismet, el 66% de las personas con discapacidad está en situación de inactividad laboral, lo que significa que más de un millón cien mil personas se posicionan fuera del sistema productivo de nuestro país.
Las características sociodemográficas que definen al colectivo se resumen en hombres (57,2%), franja de edad entre 45 a 64 años (74,4%), residentes de grandes zonas urbanas (46%), con discapacidad principalmente física (37%) y con un grado de discapacidad entre el 65% y el 74%.
La reactivación de este segmento hacia el mercado laboral reportaría beneficios en dos dimensiones. Inicialmente, desde una perspectiva individual el empleo contribuye a la realización personal, la independencia y mejora de la autoestima. Desde un prisma social, supondría el incremento del nuestro tejido productivo.
Entre las situaciones de esa inactividad el porcentaje mayor recae entre las personas en situación de incapacidad (el 61%), seguido de quienes realizan labores del hogar (8%), estudiantes, jubilados y personas en “otras situación de inactividad”.
Riesgo de perder la pensión
Las explicaciones sobre la inactividad entre las personas con discapacidad se centran en “el riesgo de perder la pensión correspondiente” como obstáculo para la activación laboral. No obstante, es preciso indicar que hasta un 15% (más de 100.000 personas) en situación de incapacidad no recibe ningún tipo de prestación. Dicho porcentaje se eleva hasta el 19% si computamos al total de personas inactivas. Y, aún más, el 1% de los hogares con personas con discapacidad (más de 15.000) no reciben ningún ingreso.
En consecuencia, existe una parte de esa desmovilización no atribuible a la influencia de las pensiones, quizás influida por otros factores, tales como las condiciones laborales. En un escenario en el que la precarización del empleo es un hecho, resulta factible optar por no participar de los procesos productivos y de empleo. Así, es preciso apostar por nuevas estrategias encaminadas hacia la estabilidad y calidad laboral.
Por otro lado, también resulta necesario atender al propio colectivo. Entre las personas con discapacidad inactivas, encontramos un 8,2% de personas carentes de formación (frente al 1% de personas sin discapacidad en la misma situación). Obviamente, dicha circunstancia merma sus niveles de empleabilidad, por lo que se sugieren tareas de concienciación y motivación hacia la actividad laboral.